31 de enero de 2015

Los olvidados

“Fue en España donde los hombres aprendieron que se podía tener razón y ser vencidos, que la fuerza puede derrotar al espíritu y que hay tiempos en el que valor no es su propia recompensa.” (Albert Camus)

Bajó al cementerio con su abuela. A la entrada había una gran cruz. Una banda tocaba marcialmente y muchos señores cantaban frente a ella.
El niño se quedó mirándoles. La abuela le tiró de la mano.
-¿Dónde vamos?
-A rezar a los nuestros.
-¿Y dónde están?
La abuela le condujo a un rinconcillo recóndito.
-Aquí, hijo.
Clavada en la tierra del rincón había una cruz pequeña de madera, tres o cuatro claveles ajados, tirados a su pie, y un cartelito sobre ella: “Una oración por los olvidados”.

2 comentarios:

Ángeles dijo...

Entonces eso de que en la muerte todos somos iguales ¿tampoco es verdad?

Lan dijo...

Menos que nunca, Ángeles, pero, como nadie sabe lo que pasa después, nos hacemos la ilusión.
Lo sé de buena tinta. ;-)