Las perdices de finales de
diciembre son robustas, macizas y, sorprendidas en su dormidero, tienen, muchas
veces, el lomo, amarronado y redondo, cubierto de escarcha. Son perdices
fogueadas, musculosas, encueradas de piel y espesas de plumaje, expertas en sigilos,
duchas en camuflajes, taimadas en saltos inesperados y largos, inusualmente
veloces en arranques orientados siempre al viento favorable. Son incansables andarinas,
sagaces en la dirección larga y esquiva de sus vuelos, e incluso, plomeadas y
caídas, evitan al cazador con un apeonar veloz o amonándose donde menos se
piensa. Y, para cobrarlas, se anhela al perro que uno menospreció para
volarlas.
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2 comentarios:
¿Y las perdices de otros meses? ¿No están encueradas de piel? ¿Ni todo lo demás que mencionas de las decembrinas?
Si son nuevas no suelen estarlo. Lo que ocurre es que por aquí se abre la época de caza a primeros de octubre y para finales de diciembre las perdices están ya muy fuertes y correosas de tanto ejercicio como han hecho sorteando a los cazadores.
Más o menos es eso. Y si son ya viejas ni te cuento como están en diciembre.
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