Escrutado cada rincón del valle,
mondado cada teso hasta la cima, con las manos dormidas y la cara quemada por
el helado zarzagán, dio a los pájaros por desaparecidos.
Volvió hacia el pueblo y a cien
metros de éste, resguardadas en el herbazal del Juanarrón, saltaron. Vibró el aire a lo lejos y enseguida viraron
todas al unísono montadas en el viento. Y el bando de perdices planeó apretado
por encima del pueblo y, como angelillos rojizos, sobrevolaron los tejados
ocres y las casas blanqueadas para irse, en brazos del vendaval del Norte, a
parajes seguros, regalos del otoño.
6 comentarios:
Este texto me ha transmitido sensación de frío, y apesar de eso me ha gustado mucho.
Es que el frío y yo nos llevamos fatal, pero me encanta el otoño y sus regalos.
Es fantástico!
Aunque estés disparando al aire.
Tus palabras, tan alcarreñas, castellanas, del rural; qué no se pierdan como esas seudobecadas
Breves
d:D´
El otoño, Ángeles, da regalos que nadie espera pero que, algunas veces, sólo ven aquéllos que los buscan.
No se perderán, Beato, mientras existan perdices y haya quien las siga.
Pues, entonces, me alegro mucho y de seguirlas o aprenderlas para mantenerla; como esas mujeres que en verano enjalbegan las paredes para mantenerlas año tras año. Así hago con los localismos de una de mis lenguas
Breves
Deica logo amigo Lan
Qué suerte, Beato, poder decir eso: "...una de mis lenguas..."
Saludos.
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