Un buen parásito se siente por
encima de los demás. Usa la fórmula más discreta y eficiente de la biología, una
especie de delincuencia blanda. Qué rudo y trabajoso es depredar y, sobre todo,
qué mal visto está, aparte de que te pones perdido. El parasitismo, sin
embargo, es sinónimo de vida sofisticada y descansada. Además, y sobre todo,
apenas es notorio y, por tanto, no genera odios, ni virulentas campañas
vecinales. El parasitismo, a ciertos niveles, se da por sentado. Es de mal
gusto mencionarlo. Y más cuando se trata de un inquilino de parásitos reales, un
hiperparásito.
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2 comentarios:
supermegaparásito... si es que estamos llegando ya a unos límites insospechados.
biquiños.
Es verdad, Aldabra. Algunos tan defendidos y otros tan indefensos.
Bicos.
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