12 de abril de 2011

Cegado

Y pensaba si, el que escribe, ha de dejarse llevar por los acontecimientos de su vida y los de la sociedad, o imaginar las historias que le peten y contarlas. Pero se decía que el que escribe es sensible y, por tanto, cómo podía desinteresarse de la vida, cómo dejarían de influirle los acontecimientos del mundo. Y se dijo: “Entonces, ¿qué le queda a la imaginación?”
Y le dio miedo ver ahogadas las figuraciones y temió, tristemente, que el mundo se caracterizara por mutilar lo peculiar de las personas. Y soñó vagar, por senderos sobados, con la mente cegada.

2 comentarios:

Ángeles dijo...

Hace unas semanas hablaba yo con una amiga de esto mismo. Fíjate, otra de esas coincidencias.
Ella pensaba que escribir es reflejar la realidad e incluso específicamente la realidad y la experiencia personal. Yo le decía justamente ¿Y entonces qué hay de la imaginación?
Me parece entender que tú te decantas por esta. Yo, por gusto personal, también, pero creo que la cosa está, como siempre, entre dos aguas, y como demostró Shakespeare en El sueño de una noche de verano, el mundo de la fantasía y el mundo real se necesitan mutuamente y sin uno no existe el otro.
Perdón por extenderme tanto...

Lan dijo...

No hay nada que perdonar. Son sólo las cosas que pasan, que llegan a quitarte el tiempo de imaginar y lo sustituyen por temores. Pero tu comentario es muy equilibrado. Gracias, Ángeles.