19 de marzo de 2011

Personas humanas

Los antiguos, que al parecer tenían la guasa por terapia aleccionadora, llamaban a la redundancia: “albarda sobre albarda”. Y no lo hacían porque pensasen que la persona que la practicaba fuera friolera, sino, más bien, por llamarle lo que les parecía sin mentar al animal.
Y esa castiza denominación suele venirme a la cabeza cuando, en los medios de comunicación, escucho a algunos referirse a “las personas humanas” para designar a sus semejantes. Y es que, llamar humanas a las personas, no viene al caso, aunque, a veces, pueda venir al pelo calificar de inhumana a más de una.

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