18 de octubre de 2009

Como un niño


Desde que descubrió la olla de liebre escabechada, que reponíamos continuamente, venía a comer siempre que podía. Al docto anciano le chiflaban dos cosas: la liebre y comer de gorra.
- Tenéis que decirme cómo las cogéis.
- Pues de noche, con el coche, sin alborotos.
Tras mucho insistir consiguió que fuésemos en su coche. Tras varios intentos fallidos, y aterrorizados por su inexperiencia, pilló una.
- ¡Yo, he sido yo! –gritaba como un poseso, saltando a la luz de los faros, mientras la recogíamos.
Ya todo era suficientemente anormal, pero además aquel viejo chiflado era el venerable canónigo deán del cabildo catedralicio.

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