19 de febrero de 2009

Epitafio


Las cuarenta pesetas que Canuto tenía ahorradas para casarse las gastó en un ataúd para su hermano el día que le fusilaron. Entonces estas noticias se ocultaban para evitar que las escenas desgarradoras incomodaran a los verdugos. Pero Canuto se enteró, pidió a su novia el dinero, compró la caja, se la echó a las costillas, bajó con ella al cementerio y, tras enfrentarse a quienes custodiaban los cadáveres de los catorce fusilados del día, le entregaron el cuerpo. Cavó el hoyo y dio tierra a su hermano. Pagó cada lustro los derechos y, con la democracia, puso este epitafio.

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