13 de febrero de 2009

Competitividad


Los dos se acercaban a los noventa años. El uno en silla de ruedas por tener las piernas amputadas a consecuencia de la diabetes, el otro en silla de ruedas porque la artrosis le había dejado prácticamente sin rodillas.
Ambos estaban al sol en el patio de la residencia en la que vivían.
- ¡Hay que joderse, qué calvo estás!
- Sí, pero yo por lo menos tengo piernas.
- Para lo que te sirven.
- Sí, pero tengo.
- Pues que sepas que yo aún me la meneo todas las noches.
- ¡No jodas! ¿Y te viene?
- No, pero me canso y me duermo.

2 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

genio y figura hasta la sepultura!

Lan dijo...

El regañar entre sí era lo único que les hacía recordar que todavía eran seres vivos.