9 de diciembre de 2008

Manos virtuales


Recordaba cuando de niño le apretaba las gruesas venas de las manos a su abuelo y como éstas desparecían para volver a aparecer al momento, hinchadas y verdosas, en aquellas manos grandes, deformes y callosas, que mantenían algunas uñas machacadas y negras. Manos de herrero, recuerdos de profesión para un jubilado asmático. Miró las suyas y las vio blancas, sin callos, con las uñas enteras y rosadas. Manos de pianista, pensó. Lo más duro que habían hecho aquellas manos era teclear informes en un ordenador. Pensó si su vida entera no habría sido, y seguiría siendo, una puta ficción.

2 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

creo todos llevamos una vida inesperada.
seguro que la de tu abuelo tampoco era la que él esperaba.
no hablo de mejor ni peor... solo diferente.

Lan dijo...

Tal vez las personas que nacieron en familias de posibles y que, además, fueron sumisas llegaron a tener una vida prevista que, solamente, tuvieron que rellenar. Casi como el que lo hace con un formulario y se hicieron médicos o abogados o ingenieros u otras cosas que su papá ya era.
Pero la mayoría de la gente nace en el seno de familias sencillas y si a eso se le añade una pizca de insumisión pues, claro, son vidas inesperadas las de la mayoría.