4 de octubre de 2008

A la nena sin pulmones


Hoy vine a verte sólo a ti. A contemplarte mientras duermes. A fijar en mi mente tus facciones. A no poder ser yo, mientras sueñas perdida. A acariciar la melena negra sin rozar un instante tu cabeza y sentir que me sientas. Hoy he venido a verte y a mirarte porque tu piel anuncia la partida. Porque ya voy notando la fatiga que enciende tus mejillas con fulgores de amarga, apasionada, cálida y débil despedida. Respiraste la brisa salada y acuosa de ambos mares y la secaste con vientos del desierto. Y tus pulmones se fueron consumiendo, vida mía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

:-(

¡Que triste!

Pobre ella y pobre él.

Lan dijo...

La tristeza, bien leída, es lo que tiene, es muy contagiosa.