7 de octubre de 2008

Espejismo


De niño pegaba la nariz a los escaparates de las confiterías. De adolescente pasaba horas observando coches de lujo y, sobre todo, las ostentosas motos. Cuando joven suspiró por aquellas mujeres espléndidas y esquivas de mirada retadora y líneas contundentes que le tatuaban la pituitaria con perfume. Tampoco en la madurez consiguió el dinero y, menos aún, el poder que tanto ansió. Ahora, ya viejo, mirando aquel pasquín, en que la agencia de viajes vendía el paraíso por semanas, no se sintió tentado, ni siquiera envidioso, y se dijo a sí mismo por qué no renunciar a la imaginación también.

2 comentarios:

Insumisa dijo...

Dejar de soñar... ¿para hacer qué cosa?

Di.

Yo se, que pasado el tiempo, en tus recuerdos, no se puede diferenciar entre lo que fueron sueños o lo que llamamos realidades.

Lan dijo...

Para dormir solamente. A veces uno está muy vago y también cansado. Y le entran esos deseos.
Eso sí, al igual que le pasa al borracho, en cuanto se te pasa,te entra el mono y te agarras de nuevo a esa buena amiga, tan dulce y facilona, que es la imaginación. Y ya estamos otra vez. Dale que te pego ;-)